sábado, 18 de febrero de 2012

El poder

Los cargos políticos de hoy deberían de tener una fecha de caducidad desde el inicio de su posesión.
Es muy difícil mantener los pies en el suelo cuando hay personas que requieren constantemente de tu responsabilidad y tienes poder para otorgar sus designios.Es muy dificil mantener la cordura cuando tantas personas buscan en la adulación la complacencia de un corazón débil, cuando la oposición está esperando el tropiezo para lanzar la ofensiva y conquistar la posición privilegiada. El poder político, igual que cualquier otro, requiere de una fecha límite en la que la persona recuerde que su cargo es fugaz, puntual, efímero.
Los aires de grandeza de algunos de nuestros políticos vienen respaldados por una continuidad en los años que convierten la función de un servicio público en una dinastía propia del antiguo Egipto. El concepto de político surge a raíz de una vocación de servicio en el que se posiciona a los demás por delante de uno mismo. El conjunto de la sociedad de la que se forma parte da un paso  hacia delante y la perspectiva personal del político queda a merced de la disposición que requiera la voluntad popular, es por ello que la dificultad de la labor política requiere de unas medidas especiales de control porque, ciertamente, el hecho de poder direccionar acciones en pro de una sociedad civil, puede influir, en forma de tentación, sobre aquel que tiene la misión (insisto, por un espacio reducido y controlado de tiempo) de servir a los demás.
Entiendo que estamos en un Estado Democrático de Derecho en el que los ciudadanos son llamados a las urnas cada cuatro años y son ellos los que deciden quienes son los representantes que tendrán la responsabilidad de cuidar de sus conciudadanos, pero la información que se transmite a todos y cada uno de los miembros de la sociedad no es tan clara y directa como para poder escoger con la claridad que se necesita. Es por ello, que las elecciones reflejan una percepción parcial de una sociedad que se siente llamada, muchas veces, a votar en contra de aquel que no quiere que gobierne, pero no a favor de aquel que quiere que dirija y gestione la función pública.
Las melodías del poder son muy seductoras. Los aduladores que conviven con los poderosos desarrollan el arte de la persuasión con exquisita precisión, tratando de conseguir un beneficio propio y sometiendo a la condena más profunda a aquellos que no deberían de corromperse. Pero la Historia nos demuestra, una vez más, que el poder corrompe, es por ello que debe ser extremadamente controlado. No podemos dejar al arbitrio de una persona cualquiera que adquiera el privilegio de controlar las funciones sociales de muchas personas que conforman la sociedad civil. Debemos ser rigurosos en su control, en las medidas de seguridad y en aquel que ostenta el cargo.
La 'potestas' ,que los romanos nos enseñaron, tiene la capacidad de mostrar opiniones contrarias a las voluntades propias del poder o cerrar las bocas que hagan tambalear ese castillo, ficticio y temporal, que construye el político. A 'la potestas' hay que sumar 'la auctoritas' romana, aquella legitimación de un pueblo que se adquiere por el saber, por la buena voluntad y por la vocación de servicio que se requiere para tan alto cargo como es el político.
No estoy negando la posibilidad de adquirir el poder por parte del político. Estoy proponiendo que los períodos de los políticos, las acciones de los mismos y los espacios que se empleen, estén restringidos de manera estructural y no se queden al amparo de unas voluntades que  desayunan  sensaciones y cenan el olvido.
La democracia es el poder del pueblo, pero no el poder de los políticos sobre el pueblo. Los políticos deberían seguir siendo aquellas personas con una visión de Estado que luchan por la prosperidad del conjunto de la sociedad civil y no se dejen llevar por los influjos de unos sentimientos que muchas veces corrompen a la razón. La voluntad de servicio las veinticuatro horas al día no es baladí cuando las vidas de sus conciudadanos está relegada a los designios de la voluntad de unos pocos.
El poderoso necesita límites. Límites independientes. Límites reales.